Tenía algo más de una hora entre Après la reconciliation y Carrie y entré en un bar. En la pantalla de televisión, estaban poniendo una película muda. El formato estaba mal, en 16/9, pero recortando la imagen, no aplastándola, así que las expresiones de los rostros y de los cuerpos, aunque un poco recortadas, se veían bien. Me quedé fascinado. Parecía un melodrama. Un hombre quemaba la foto de una mujer. Esa mujer andaba por las calles con un bebé en brazos. Era todo muy esencial y desolador. Pensé en Una mujer de París pero no me cuadraban ni la historia ni las calles californianas. Entonces la mujer abandonó al niño en un coche y unos ladrones llegaron y robaron el coche. Ahí caí en la cuenta, debía ser The Kid. Hacía mucho que no la veía y había olvidado de dónde salía ese niño. Al poco, ya tenía Charlot al bebé en brazos y andaba intentando deshacerse de él. La situación seguía siendo terrible pero era, al mismo tiempo, muy divertida. Yo bebía y me reía. Era el único que miraba la pantalla. En el bar había cada vez más gente, muchos grupos, conversaciones. Charlot andaba por calles anónimas y pobres. Quizás parte de la emoción venía de lo anónimo de esas calles de otro tiempo, de la sensación que daban de haber sido presente, aunque quién sabe, a lo mejor alguna era de estudio. A la crueldad del melodrama le seguía la crueldad del humor negro: cómo deshacerse de un bebé, un bebé que es como el gag clásico del papel que se pega al zapato y uno no puede deshacerse de él. Lo que pasa es que con un bebé, o con un niño, esto da más risa al mismo tiempo que duele, o da más risa precisamente porque al mismo tiempo duele, nos debe de estar llevando a algo muy crudo y cierto, arraigado en nosotros, en la realidad que nos rodea y también en la realidad pasada. Basta leer cuentos. Basta leerle a un niño Hansel y Gretel y no saber qué responderle cuando te pregunta porqué la madre quiere deshacerse de sus hijos. Todas esas historias de niños que se pierden en el bosque, de niños abandonados por sus padres en el bosque. O los niños enviados al campo y que volvían a París sin lograr volver a encontrar a sus padres, errando por las calles, sobre los que escribió Arlette Farge.
de Cristina Fernandes e Rui Manuel Amaral
Comentários
E no final, ficamos a saber que Robert Arlt escreveu um livro que se chama «Notas sobre el cinematógrafo».